jueves, 2 de febrero de 2017

Tres obligaciones para resistir a Trump.

Ha sido una año increíble. Así, incrédulos, recibimos todos las noticias de que Donald Trump se postularía como candidato a la presidencia de Estados Unidos. Sin poder creerlo todavía, vimos cómo ganó la candidatura del Partido Republicano y como un país entero le entregó los votos suficientes para convertirse en la el comandante en jefe de la hegemonía planetaria. Sin embargo, sería conveniente dejar nuestra incredulidad de lado y preguntarnos ¿qué hace a estos eventos recientes tan increíbles? Por inapropiado que parezca,  también deberíamos preguntarnos para quién son increíbles.

¿Qué es lo increíble? ¿Que un racista, arrogante, ignorante y belicoso señor haya obtenido el puesto de presidente del país más poderoso del mundo? En un país en el que, de acuerdo con la Fundación de la Familia de Henry J. Kaiser, el 50 % de la pobreza está concentrada racial y étnicamente entre las personas negras y los hispanos, la elección de Trump no es tan anormal, sino un reflejo de la balanza de poder entre poblaciones distintas definidas por marcadores de clase, raza, y etnia. Nuestra incredulidad deviene no de una imposibilidad lógica o empírica. Han sido nuestras conciencias liberales las que nos han engañado diciéndonos que esto es imposible y no debe ser. La primera obligación de toda persona que piensa que lo que ha sucedido es inaceptable y peligroso es la de asumir que es real. La segunda es saber que Trump es un síntoma y no la causa.

Están las otras conciencias que piensan que esto es increíble porque ven la historia de Alemania y los autoritarismos de principios del siglo XX en Europa repetirse a cada paso que da Trump. El fascismo en Italia y el nacionalsocialismo en Alemania representan referentes que no pueden dejar de orientar nuestros juicios y reclamos. No obstante, no pueden ser el fundamento de la resistencia a esta voluntad de ejercer el poder de manera autoritaria que ha desplegado Donald Trump. No soy un apologista, pero creo que la mirada histórica debe ser sólo una alerta y la actualidad (la concreción del presente) debe ser la trinchera desde la que se lance la acción política de resistir. Criticar a Trump con el pasado es entregarle el presente. Hay importantes diferencias entre los totalitarismos Europeos del siglo XX y el contexto de Trump. En Italia y Alemania, por ejemplo, no existían instituciones ni tradiciones democráticas como las que hoy acechan al POTUS. La tercera obligación de la resistencia es condenar a Trump y sus acciones y no entregarse a las metáforas históricas.

Un poco más echado hacia la patria, porque lo de arriba nos toca a todos pero más a los gringos. A los mexicanos nos toca entender los retos a los que se enfrenta Trump y que sus promesas más radicales son su espada de Damocles. Por ejemplo, habrá que ver cómo los públicos americanos que ganan del TLCAN reciben las noticias de los cambios que propondrá.También habrá que ver cómo enfrentan los Estados y las ciudades las nuevas disposiciones del gobierno federal en materia migratoria. En los momentos electorales, la confrontación y polarización ayudan a diferenciar, ganar y orientar el voto. Pero si Trump quiere que su mayoría en el congreso pague dividendos tiene que poder negociar y evitar rupturas con miembros de un partido que no simpatiza totalmente con él. Podríamos cambiar la sensación de repulsión por una visión más moderada, y preguntarnos ¿por qué no pasa Trump una iniciativa al congreso y en lugar de eso emite órdenes ejecutivas? La respuesta es que no puede proponer las leyes y esperar que pasen o que le cueste dividir su mayoría tempranamente. La tercera obligación al mirar estos asuntos es no caer en la tentación de asumir que Trump tiene todo el poder, partir de ese supuesto es resistir desde una posición débil. Más bien hay que saber que para cumplir sus promesas Trump tiene que dar al traste con 241 años de pesos y contrapesos. México necesita resistir poniendo el peso de la acción y la iniciativa en los hombros de Donald Trump.